La Orden del Cachorro Canario en Lanzarote organiza por primera vez la celebración del Día de Los Finaos. A tal fin, se ha organizado la rememoración del Día de Los Finaos, que tendrá lugar el viernes, día 2 de noviembre, a las 21.00 horas, en la sede de la Orden del Cachorro Canario en Lanzarote, Edificio Buganvilla, 2ª planta (antiguos Multicines Odeón), en la C/ José Antonio, en Arrecife.
Tras una breve explicación audiovisual sobre el sentido y el significado del tradicional Día de los Finaos, actuará el Rancho de Ánimas de Tiscamanita (Fuerteventura).
Con esta iniciativa, la Orden en Lanzarote se propone contribuir a recuperar una vieja tradición que, lamentablemente, se ha ido perdiendo con el paso del tiempo. Quedan actualmente pequeños grupos en Teguise y San Bartolomé. De ahí la oportunidad de recuperar esta costumbre. Actualmente la palabra Finado, o Finao, resulta prácticamente desconocida o en desuso en casi en todas Canarias.
Desde siempre, las fiestas de los Santos y la conmemoración de Difuntos han sido celebraciones religiosas muy respetadas por todos los vecinos de los pueblos de Canarias. Era costumbre que se rindiera culto a los difuntos y se ofrecieran sufragios a las ánimas. El Día de Todos Los Santos (2 de noviembre) es origen de numerosas tradiciones en Canarias. Es la fecha en la cual se visitan los cementerios, se limpian lápidas y se adornan con flores las tumbas de los seres queridos.
El culto a las ánimas, es decir, a las almas, estaba muy arraigado en la cristiandad en el siglo XV. Los Ranchos nacen en el seno de las Cofradías de las Ánimas, asociaciones de fieles que se crearon para orar y celebrar misas por las ánimas, con la convicción de que así se les ayudaba a salir del Purgatorio. Los Ranchos recorrían las casas de los pueblos, cantando sus canciones lastimeras y orando por los difuntos.
Con el paso del tiempo, los Ranchos cantaban por Navidad. Por eso, algunos Ranchos se transformaron en Ranchos de Pascua, como es el caso de todos los de Lanzarote. Otros ranchos se fueron concentrando en torno a las fiestas principales del pueblo en el período invernal, como ocurre con el de Tiscamanita.
La música de los Ranchos es monótona, repetitiva e ingenua, con sones de sabor a castellano antiguo. Tiene influencia árabe.
El templo de San Marcos de Tiscamanita fue terminado a finales del siglo XVII, por lo que es de suponer que el Rancho de Pascua de Tiscamanita nace en los primeros momentos de la vida parroquial. En 2002 se grabó un disco con el repertorio del grupo. Actualmente forman parte del Rancho de Tiscamanita unas 25 personas, de todas las edades. A Lanzarote se
desplazaran 18 componentes del grupo.
En el repertorio del Rancho de Pascua de Tiscamanita comienza con la ‘desecha», sigue con ‘coplas’ y concluye con el ‘corrido’.
En Canarias hay actualmente una docena de Ranchos de Pascua (que en principio se llamaban Ranchos de Ánimas), de los que 7 son de Lanzarote, y todos ellos obtuvieron la Medalla de Oro de Canarias en 2006.
La cultura de la muerte en Canarias
En los pueblos de Canarias, la muerte de una persona no pasaba desapercibida para nadie en aquel pequeño pueblo marcado por las faenas agrícolas y el cambio de las estaciones. Ningún vecino podía ser ajeno a ella y, de un modo u otro, era inexorable su activa participación en el hecho.
La casa del muerto se convertía en el centro de la actividad social, cuyos habitantes encontraban pocas oportunidades de encontrarse y reunirse, aparte de las que, eventualmente, les proporcionaba la misa o las escasas fiestas. Por el ambiente
creado, parecía que el pueblo había perdido el aliento al mismo tiempo que el extinto.
En un principio, la tradición de los finados era, eminentemente, familiar y se contaban anécdotas de los finados de la familia y
los hacía presentes con sus palabras. Mientras tanto, se compartía una comida frugal a base de donde se había preparado el condumio, consistente en torrijas con miel de caña, nueces, castañas asadas, higos pasados, acompañado todo con vino, mistela, con anisado. Luego se salía y la celebración llevaba el rito en la calle con los ranchos de ánimas que iban por el pueblo con sus cánticos.
En verdad, tenía todos los visos de una comida ritual:
se hablaba poco, se rezaba y los abuelos suspiraban pensando si llegarían a la comida del próximo año. Mientras se oscurecía por la llegada de la noche, si es que la luna no lo remediaba, lucían y crepitaban las lamparitas de aceite en honor de los muertos. Así comenzaba la noche de difuntos con el insistente doblar de las campanas, cuyos toque de ánimas parecían suspiros lastimeros.